La topografía argentina, con su gran variedad de climas, accidentes geográficos y diversidad de pueblos originarios, ha sido un escenario proclive a las experiencias fantásticas y al desarrollo de la imaginación. Tanto es así que, en el transcurso del tiempo, se ha ido generando un verdadero muestrario de apariciones benéficas y apariciones malignas, personajes mitológicos, monstruos profanos y demonios irredentos, inmersos en el paisaje siempre cambiante de nuestro país.
En esta geografía vasta y pródiga, se gestaron innumerables mitos y leyendas: el nacimiento del Pehuén (la araucaria), interpretado según la tradición tehuelche; las trágicas historias del Cacuy, el Ceibo y el Irupé; el nacimiento de lugares como el lago Nahuel Huapí y el Iberá, y muchos otros relatos, acuñados junto al fuego, por la inventiva del hombre, atraído por el placer de narrar, por el misterio y por su propia relación con la Naturaleza.