Todo en él era juego: su cara aniñada, sus relatos fantásticos sus novelas henchidas de nuevos recursos, sus pintorescas cartas, sus amores.
A partir de Julio Cortázar (Bruselas, 1914-París, l984) y de Rayuela (1963), las letras latinoamericanas ya no volvieron a ser las mismas. Él terminó con los formalismos e instituyó un lenguaje coloquial Se permitió, además, ser el precursor de una literatura más humana.
Vivió la mitad de su vida en París. Amó a Cuba y a su revolución, trabajó por pueblo, y desarrolló una narrativa donde lo fantástico y lo real se integraron para librar nuevas batallas por la dignidad de la palabra y, la dignidad del hombre.
Entre juegos, escritos y mujeres peleó hasta el final. Dejó una obra única, admirada por lectores de todo el mundo y amada por aquellos a quienes dedicó toda su lucha.