Había una vez, cuatro hermanas que vieron que al mundo le hacía falta algo. Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y en cada parte había una estación. Las cuatro hermanas vieron que estas estaciones, deberían ser compartidas, que todos merecían saber cómo se sentían las diferentes estaciones. Así que la más pequeña, la más hiperactiva y caprichosa de todas, escogió la primavera. Ella se encargaría de llevar a todas partes los olores y la armonía de dicha estación.
El verano sería la más alegre, cálida y risueña. Y La que fuera capaz de llevar el calor y la vitalidad a todos los lugares. Después vino el otoño, fue aquella hermana que pensó que todos debían tener la capacidad de soñar, enmendarse y de mejorar... Ella lo llevó a todos los rincones. Y al final vino el invierno... el invierno era frío, cruel y despiadado. Cerrando los ojos ante el sufrimiento ajeno. Cuando el invierno llegaba, las demás hermanas se ocultaban. Así sucedió. Así lo dicta la leyenda.