Este famoso texto es una singular relación de los placeres y dolores que el opio puede provocar. De Quincey consumió diariamente grandes cantidades de láudano (una solución de opio disuelto en alcohol) (en su época un analgésico de venta legal), y esta autobiografía de una adicción describe obsesivamente sus hiperrealistas visiones y sus alucinantes vagabundeos nocturnos por Londres, junto a las pesadillas, la desesperación y la paranoia que hicieron presa de él.
El resultado es una obra donde los efectos de las drogas y la naturaleza de los sueños, la memoria y la imaginación, están sutilmente entretejidos.
Confesiones de un opiófago inglés estableció un vínculo entre la autoexpresión artística y el consumo de drogas, preparando el terreno para futuras generaciones de escritores adictos, de Baudelaire a Burroughs, y anticipando el psicoanálisis con sus percepciones del inconsciente.