La vida de Cristóbal Colón estuvo marcada por el ideal de la caballería de la Edad Media. Las tierras lejanas y maravillosas, a las que se llegaba después de enfrentar temibles animales fabulosos, fueron su objetivo desde la primera vez que supo de ellas. Su mayor ambición era descubrir la mítica isla de Cipango, cuyas riquezas le permitirían financiar la reconquista de Jerusalén y del Santo Sepulcro.
De Chío a la isla de Porto Santo, de la judería de Lisboa a su modesta morada de Sevilla, Colón no cesó de buscar apoyo para su emprendimiento. Esa lucha encarnizada contra la adversidad es la que esta obra nos hace revivir. Nos sumerge en el corazón de las especulaciones que agitaban los círculos de eruditos y poderosos de la península ibérica en el siglo XV.
Esta es la gran odisea en la que los astrónomos y los geógrafos de Enrique el Navegante, Juan de Portugal, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón conviven con los navegantes anónimos, cuyos relatos confirmaron la genial intuición del marino genovés y lo hicieron protagonista del descubrimiento que transformaría a la humanidad.