Tras la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba impone a sus cinco hijas, como rigor de luto, una larga e inflexible reclusión dentro de la casa. Una costumbre absurda, creul pero real. Sin embargo, Bernarda no puede prever la tragedia que se avecina en esa casa a la que ella ha llenado de rencores, infortunios y frustaciones.
Era la España de pensamiento todavía medieval, plena de tabúes, donde las mujeres apenas contaban para parir y luego vegatar en los reclusorios hogareños. Todo estaba regido por la religión que era más superstición que vida espiritual. Y en ese juego de falsedades y simulaciones., lo más importante para la mujer era "la virtud", traducida sencillamente en las castidad, pues lo otro era "la perdición".