Tan sólo la psique creativa y penetrante de Mark Twain pudo haber imaginado las interminables jornadas de gozo y deleite de los dos primeros seres humanos que habitaron la Tierra, Adán y Eva, en el Edén de la eterna primavera. Y que algunos científicos, lunáticos o no, llegaron a situar en el Fértil Creciente, Mesopotamia, o en las junglas de Belice, América Central. Pero el gozo de Adán fue bastante menor que el de Eva, según explica Twain. Es más, "la extraña criatura" (Eva) que acaba de encontrarse en su vida, hasta entonces solitaria y feliz, la trastorna por completo. ¡Ay, Adán! ¡Eva es tan insoportable como necesaria! ¿qué piensa Eva de la peluda entidad humana a la que Dios le ha acercado?