Aprendió este niño remedar los silvidos que dan las serpientes e imitar el canto de todas las aves con un caracol; suele en los caminos dejar sus pisadas las siestas ardientes; rubio como el padre, se pone invisible cuando sale el sol.
Iluso del rapto, llega a los poblados a rondar preñadas, silbar a algún niño mostrándole el cetro de su tentación; de noche, liberta pájaros cautivos, suelta las majadas, desata capullos de rosas y lirios, como profesión.
Manuel Ortiz Guerrero.