El Zar de Rusia encomendó a Miguel Strogoff la delicada misión de atravesar la Siberia para advertir a la población de su país de la inminente invasión tártara a territorios rusos.
Strogoff, hombre intrépido y valiente, de apenas 30 años, jamás imaginó que debería superar tantos y tan peligrosos obstáculos para lograr su cometido, y que tendría que acceder a los más inimaginables medios de transporte que fueran necesarios para completar la misión.