Un rostro para Ana fue uno de los más complejos montajes dramáticos de Mario Halley Mora. El laberinto de retratos y de sentimientos humanos que expone aqui el autor, sorprende y emociona; subyuga y conmueve, sacude el espíritu del espectador.
Por su parte, Testigo falso es una comedia dramática en la que Halley Mora transita por un camino que a él le gusta muchísimo: el juego de sentimientos encontrados, dentro del cual se debaten los caracteres más diversos y los modelos humanos más representativos y "usuales" de la sociedad.
En ambas obras hay una exposición hasta sutilmente cruel de arquetipos de gente con la que compartimos cotidianamente la vida y que influyen de una u otra manera en su entorno comunitario. En estas dos comedias, identificamos fácilmente a los personajes, como parte de la geografía humana que puebla nuestras calles y cuyos ejemplares perviven en el tiempo.