Hombres y mujeres de ciencia y pensamiento, de arte, han pasado por el mundo dejando su legado para el futuro, su huella imperecedera. Pero no libaron en su presente las mieles del éxito ni gozaron de la admiración de sus semejantes. El tiempo, maestro de verdades, tuvo que echarse a correr para que estos adelantados, visionarios, genios a los que la fama les ha sido esquiva, pudiesen trascender las dimensiones conocidas.