La calidad de la descripción y la narración de London, para envolver nuestras sensaciones con su historia, deslumbra en esta novela. Minucioso, detallista, riguroso, el autor teje con gran paciencia la trama y va instalando los ojos del lobo en nuestra mente para que veamos alrededor tal como lo hace él. Y es tan fino el mallado narrativo urdido, que terminamos padeciendo el miedo y la ira, como él, y cobrando esa pizca de amor que nace luego en Colmillo Blanco hacia el final, cuando el mundo se redime ante este lobo feroz.
No en vano, Jack London es uno de los más extraordinarios narradores de todos los tiempos. He aquí otra prueba más.