A los doce años, pegaba etiquetas en cajas de betún en el sórdido depósito de una fábrica a orillas del Támesis. A los veinticuatro, publicó Los papeles póstumos del Club Pickwick y se convirtió en el novelista más famoso de su tiempo. A pesar de ese extraordinario ascenso, Charles Dickens (1812-1870), nunca olvidó los "tiempos difíciles" de su juventud y luchó toda la vida contra la injusticia.
Fue la figura más importante de la era victoriana, pero también, su crítico: un hombre complejo, fuerte y frágil, humilde y orgulloso, un revolucionario al que le horrorizaba la violencia, un escritor popular y audaz. Trabajador infatigable, dejó una obra inmensa en la que se mezclan lo grotesco y la tragedia, la ironía y el compromiso, lo onírico y el rigor formal. Quien fuese el novelista por excelencia, como escribió Chesterton, transmutó la realidad en una "sustancia fluida y variada llamada Dickens".