La novela transcurre en Buenos Aires, en el barrio del Abasto.
El casi indescriptible Héctor El Sapo Vizcarra vive y se mueve poco, gordo y transpirado en un medio callejeramente acotado: dos ambientes chicos en el Abasto, y dentro del barrio en ámbitos signados por la actividad gastronómica.
Tras las huellas del ceviche perfecto, El Sapo cae en el restaurante de doña Lili y asiste, fastidiado primero, alarmado después, al concierto improvisado del grupo Sus Majestades Incaicas y de postre a la muerte en vivo y en directo de El Rey, su conductor y líder musical. ¿Sobredosis o asesinato? A partir de esta accidentada comida, nada será igual para El Sapo. Tras el velorio de El Rey conocerá a La Reina Clara, su mujer y a Agustín, uno de sus hijos, y casi sin notarlo se verá envuelto en una intriga compleja en la que aparentemente dos bandas de narcos peruanos la del Indio Mineral y la de Sendero, su desgajamiento compiten no sólo por la hegemonía sino por confundirlo. Que con todos estos elementos y una prosa deslumbrante de sutiliezas Federico Levín haya elaborado una novela entretenida y originalísima, es casi demasiado. Como para chuparse los dedos.