Guy Roland es un hombre sin pasado y sin memoria. Ni siquiera su nombre le pertenece. Ha trabajado durante ocho años en la agencia de detectives del barón Constantin von Hutte, que acaba de jubilarse, y emprende ahora, en esta novela de misterio en la que el buscador es lo buscado, un apasionante viaje al pasado tras la pista de su propia identidad perdida.
Paso a paso Guy Roland reconstruirá el puzzle de su historia incierta, cuyas piezas se dispersan más allá de París, desde Sora Sora, pasando por Nueva York, hasta Vichy o Roma, y cuyos testigos habitan un París que muestra las heridas de su historia reciente. «No soy nada. Sólo una silueta clara, aquella noche, en la terraza de un café.» Las primeras frases de la novela nos sitúan ante un yo evanescente, un espectro que trata de volverse corpóreo en un viaje de retorno a un tiempo olvidado.
Si En el café de la juventud perdida el yo buscado era el de Louki, otro personaje inaprensible, cuya identidad los narradores iban construyendo en su tránsito por los espacios del recuerdo, en este libro un hombre se busca y busca sus orígenes. Y, como en las mejores novelas policíacas, la identidad es un misterio difícil de desentrañar, que mantendrá al lector en vilo hasta el final. Pero esta búsqueda es también una poderosa reflexión sobre los mecanismos de la ficción, y Calle de las Tiendas Oscuras es una novela sobre la fragilidad de la memoria que, sin duda, perdurará en el recuerdo.