Conocieron la miseria y la persecución, y se convirtieron en un Estado poderoso, temido por quienes antes los despreciaban. Su pobre aldea se transformó en una ciudad opulenta, con palacios de leyenda y templos imponentes.
Intuyeron que el mundo no era algo eterno y sin cambios, sino peligrosamente inestable. Pero en vez de conformarse, se comprometieron en una lucha por fortalecer las fuerzas del Universo con innumerables sacrificios a los dioses.
Aztecas los llamaron los españoles, pero ellos preferían nombrarse mexicas o tenochcas, la senté de la famosa Tenochtitlán.