La "década robada" no refiere solo a la corrupción que campeó todo el gobierno kirchnerista; es, también, la oportunidad desaprovechada: nunca antes las condiciones objetivas de crecimiento para la Argentina fueron mejores. Esta será recordada, quizás, como la década de la Grieta: desde los años cincuenta que el país no latía al ritmo de una división que comenzó como política y se transformó en cultural; se crearon enemigos imaginarios y se separó como nunca antes la realidad del lenguaje.
El ánimo crispado y extremo que bajó desde el gobierno a la sociedad generó paranoia y discursos violentos, y el distanciamiento entre amigos y familias que eluden hablar de política para evitar la confrontación. El gobierno que se autoproclamó el adalid de la democracia obturó la posibilidad del diálogo.